Acaso forme parte de una lejana prehistoria,de la infancia dormida de un niño y por esto resulte tan mágico su recuerdo,tan abisal,como el callejón trastero de la antigua calle Zendrera,entre los paredones de cemento, mustios y opacos,con lamparones despues de la llovida y las rejas de las despensas al patio hondo,las ratas por las claraboyas de los sotanillos...Hablo del retrete de la Angelita,en el esquinazo sur del inmueble,entre angosturas de fachadas colindantes y tejados de teja pocha,musgosa,ajeno a la historia de la ciudad y sus calles.Porque la divina locura de la Angelita hizo de aquel retrete anodino con vicio de altura,un gallinero único y transgresor para una sola gallina,otras veces para un presuntuoso gallo.
Te van a llamar loca de la cabeza a los pies,sustentada de rarezas y vejez apergaminada,con un fuerte deje de desmemoria y extravagancias apacibles,y yo,niño-niño,seducido por tu palabra(dos pupilas siempre relucientes),aferrado a la memoria,no sabré a quién haré caso,y da lo mismo,porque sí sé que con la mañana habladora y las camas al oreo,levantadas,bajaré al segundo,llamaré al timbre y me abrirá la Antonia con una risa rotunda,dos besos y una mirada pánfila,embebida,que a mí,tan canijo,se me cuela para el corazón,alma de los niños,y me devuelve tocado,ya por los siglos de los siglos para la nostalgia.
Vaya retrete,Angelita,qué miedo me dió el gallo encerrado,por eso nunca levanté la falleba,ni siquiera agarrado,arrebujado a tus faldones.Así,cuando tú te ibas para el pasillo basculando con las dos latas(una con agua,la otra con el engrudo pastoso,receta casera y cebona,nada de granos),yo,mirón de todas las cosas,permanecía para el otro fondo del pasillo observando tus maniobras,escuchando la letanía zalamera,dirigida al gallo pinto,a cambio de ningún picotazo,y el mismo gallo,de lento pateo y forzado cuello me echaba sus miradas cuando el tic peculiar que tienen todas las gallináceas,coincidía con la recta del pasillo...pero ahí estabas tú como un alguacil celoso,conocedora de mis miedos...
Qué despiste en los patios cuando el ¡quiquiriquí! apremiante y seco del gallo entrara por las cocinas de ollas al fuego lento y musiquillas de transistor,el humo escapando al cielo por los cigarrillos gigantes de mi infantil ingenio,por las azoteas a cielo azul y abierto.Puede que nadie pensara nada y el gutureo del gallo quedara sumido en el ruido cotidiano de las mañanas soleadas que hacen guiños en tal ventana,según qué horas o en tal esa otra de ropa tendida y la naturaleza natural,no impostura,de su quejido o llamada(¿quién sabrá de las gallinaceas?)se viera teñida de ésta otra naturaleza vecindaria y urbana,más o menos a la hora del Ángelus en todas las parroquias próximas(arrebato de campanas).Hay que situar los años finales de la Angelita,tanto en el tiempo como en el espacio,para que destile bien el aire de la nostalgia,tal como unas lágrimas sentidas que hace tanto se evaporaron en ese otro aire más ancho y envolvente del tiempo.Para el niño secreto que rememora tu retrete de alta ventana y baldosines,haciendo de él una estampa insólita:gallinero estrecho con alturas de campanario(él miraba para arriba desde sus siete años),era el tiempo de la inconsciencia,de la magia(sólo cuando se es adulto,la infancia se aparece en tal forma)y las pocas referencias serán una cercana catedral robusta y seria,toda de granito gris,con una de sus torres mutilada(muñon de palomas volanderas)y un son de campanas funerarias por cuaresma,sotanas por las calles al juego del viento desapacible;una placita cuadrada con reloj de ayuntamiento,casas vecinas desde los balcones y el paso vacilante de la tarasca en los meses calurosos de julio y agosto,sobre la alfombra del adoquín y el romero:las procesiones que yo ví desde el piso segundo,en casa de la Angelita,la forja negra y el rojo ladrillo,en el centro de una ciudad anticuada y devota.
Allí,asomado al balcón corrido,viendo cómo las procesiones se detienen a tu altura,los sacristanes y acólitos con los cestos de mimbre y las bandejas de plata,esperando en remolino de pendones y cofrades,el puñado de monedas que tú arrojabas como llovidas del cielo,acompañado,secundado por una lluvia de pétalos olorosos.Vieja de velos negros:parecías una marquesa con ciertas prerrogativas el día de la patrona;quién sino yo te imaginará otro día,en la estrechez del pasillo anegado de plumas blancas y roja sangre,con el desastre de la gallina o del gallo en tu regazo...nadie.Desde este día el retrete-gallinero quedaba vacío hasta otro año,pero seguiría oliendo a sofoco y las costras harían cuerpo en las baldosas,en la taza abierta,el sol recalando la luz por su única ventana...Y no es sólo un retrete,ya se sabe,poca cosa,algo prosaico,es la gallina blanca y gorda,es la cresta del gallo y toda la secuela de recuerdos,de golosinas y habitaciones altísimas de renta antigua...es evocar tu densidad,tu presencia huida:dos ojos brillantes,una voz y el pasito lento a la despensa...es anunciar lo hermoso de toda vejez:tu extravagancia.
No se olvide nunca,que siempre hay pretextos para recordar.Llega un buen día,uno de tantos,distante y rutinario y es cómico sí,pero a mi mente le viene aquel retrete en hondonada de aristas y mi cara se ablanda,enfocando la ternura;tu vida desconocida(¿supe de tus años finales?)se me agranda como un misterio,impulsado por el amor de una vieja y un niño.También la Antonia,me digo,también laAntonia,en un altar estafada,humilde y loca:"yo,Antonia,les abriría la espita y les vaciaría de sangre,seguro envenenada,bien distinta de la que a tí,chacha eterna,te chuparon.En fin,historias negras que me pierden de tanta ira..."
A las seis de la tarde,las sombras,luego la oscuridad total,tienen más enjundia en este caserón de Zendrera,esquina Conquistadores y el gallo duerme ya,seguro,prendido al mundo de una pata y quiero pensar que una luna grande de agosto entero,descubre otra blancura majestuosa,profundamente dormida,de inexplicable quietud y equilibrio:son los efectos de un ritmo escondido e inmutable,al margen de la luz amarillenta de la cocina donde yo juego,perpetuando a todos los niños que se fueron,alargando la historia.
Vendrá de mañana,un año concreto del tiempo y la ceremonia del sacrificio doméstico quedará detenida,la mano en alto y el pestillo indiferente,igual cerrado,lo mismo abierto:no habrá más gallos ni gallinero,sólo una vieja(tenías poca carne,Angelita)de muchos huesos,tercamente dormida,rompiendo los hilos,las referencias de un niño que no sabe de entierros,perdido en las aguas de su ignorancia...Es a partir de ese día,que acaba oscuro como la noche,cuando terminan los cuentos,así se agotan todos los cuentos,en una muerte callada...
(Publicado en el número 50,enero de 1983,en LA NUEVA ESTAFETA.)
Hace 5 años
Un buen relato, maravillosamente escrito.
ResponderEliminarGracias Julieta.Yo tenía 27 años cuandolo publicaron y pasando una època muy negra de mi vida y eso me dió mucha alegría.Además,Onetti estaba en el consejo de redacción de la revista,mi admirado Onetti.
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